sábado, 1 de agosto de 2009

Aeropuertos...


De pie, frente al área de llegadas, he descubierto que el amor concentrado
por la espera vuelve a los humanos seres blandos que,
de un momento a otro, desaparecerían por las coladeras;
actitud tan solo pospuesta por el infinito placer que supone
el encuentro con la persona amada.
Más tarde, por los sólidos pasillos,
se pueden escuchar las risas de los muros
y las pantallas al ver como los enamorados,
van dejando tras de si residuos de su amor diluido,
un líquido espeso sobre las lozas del un suelo superabsorvente
que lo esconde, para aquellos a quienes nadie espera,
no se den un balazo con las gomas de la fuente de sodas.
Todo es parte de un tratado antiguo
que explora la duración del tiempo con respecto a nuestra prisa
y nuestros acompañantes.
No puedo mencionar con exactitud sus postulados,
pero supongo serán lo suficientemente congruentes para no dar
a mi relato mas validez que la que el lector suponga necesaria,
en cuyo caso comprenderá de que he estado hablando,
y sabrá a ciencia cierta que no ha perdido el tiempo
si ha llegado hasta este punto, sino al contrario,
habrá ganado tiempo mientras espera
y se niega a derretirse frente a un vuelo retrasado.
Edel Juárez...

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